El polémico artista alemán Gregor Schneider, tras ganarse la fama de ser "el artista mas lúgubre" fue premiado en la Bienal de Venecia de 2001, está buscando un museo que le permita mostrar la agonía y el fallecimiento de un enfermo terminal para, a los ojos del público asistente, teorizar sobre la ''belleza de la muerte''. De momento cuenta con un voluntario a morir en público pero tiene dificultades en localizar un centro artístico interesado, por problemas éticos.
En declaraciones a la edición digital del rotativo Die Welt, Schneider, de 39 años, subraya que "la idea de mostrar la belleza de la muerte" le persigue desde 1996, aunque reconoce que no será fácil llevarla a la práctica."La realidad de la agonía en las clínicas, las salas de cuidados intensivos y los quirófanos alemanes es terrible. Éste es el escándalo. La muerte y el camino hacia ella es hoy un sufrimiento. El enfrentamiento con la muerte, como yo lo proyecto, puede quitarnos el miedo a la muerte", afirma el excéntrico artista.
El enfermo agonizante será además quien tome las decisiones a la hora de llevar el proyecto a la práctica, en el que será "el centro de atención. Todo se hará de acuerdo con sus familiares. Se trataría de crear una atmósfera privada con un orden de visitas" para los amantes del arte, explica Schneider.
Gregor Schneider está considerado como el más provocador de los artistas alemanes contemporáneos, que ya causó revuelo el pasado año en Hamburgo, donde instaló ante el Pabellón de Arte local un cubo que recordaba a la Kaaba, la piedra sagrada negra de la Meca. El cubo negro, de 14 metros de alto y 13 metros de largo y ancho, dio pie a un fuerte debate político, y su instalación había sido rechazada anteriormente por Venecia y Berlín, ciudades que lo consideraban demasiado provocador políticamente.
El arte es provocación y el límite está en nuestra imaginación, como diría mi amigo, el artista Joel Miró. Y el concepto de la muerte está mal enfocado en la cultura occidental. Estaríamos de acuerdo. Pero, ¿hasta que punto establecer el umbral entre arte como transmisora de emociones y la simple provocación como argumento de venta?. El ejemplo lo pusimos el otro día con la foto de Kevin Carter. A mi cada día me cuesta más, y es que colgarse la etiqueta de transgresor te acaba conviertiendo en algo menos que un títere de tu propia provocación. Sino, pregúntenle a Michael Moore...