Este dicho, que refiere la importancia de los más débiles a la hora de tomar decisiones árduas o importantes, fue popularizado por el famoso fabulista Félix María de Samaniego (1745 – 1801). No obstante, el original se trata de un cuento recopilado en el siglo XIV en el Libro de los Gatos (cuento 55), manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Nacional, que lleva por título “de los mures con el ratón” y que dice así:
“Los mures (ratones) una vegada llegáronse a consejo et acordaron cómmo se podrían grardar del gato. Et dixo el uno qu’era mas cuerdo que los otros: atémos una esquila (cascabél) al pescuezo del gato et podernos hemos muy guardar del gato; que cuando él passare de un cabo á otro, siempre oyremos la esquila. Et aqueste conseio plugo a todos, mas dixo uno: Verdat es; más ¿quién atará la esquila al pescuezo del gato? Et respondió uno: Yo no. Respondió el otro: Yo no; que ni por todo el mundo yo non querría llegar a él...”
La historia tiene diferentes versiones, pero todas con la misma moraleja. Samaniego, en la fábula VIII lo narra así:
Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
que después de las aguas del diluvio
fue padre universal de todo gato,
ha sido Miauragato
quien más sangrientamente
persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
de su persecución la desdichada,
en Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso
echarle un cascabel, y de esa suerte
al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
«Yo soy corto de vista. Yo muy viejo.
Yo gotoso», decían. El concejo
se acabó como muchos en el mundo.
Proponen un proyecto sin segundo;
lo aprueban; hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.
i
A pesar de ello fue Lope de Vega en el siglo XVIII quien, con pluma magistral, popularizó los famosos versos :
“Juntáronse los ratones,
para librarse del gato,
y después de un largo rato
de disputas y opiniones,
Dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel;
que, andando el gato con él,
librarse mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo,
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
“¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?”
Evidentemente, la cuestión no tiene fácil solución, porque ninguno de esos diminutos roedores quería estar cerca de su asesino potencial.