Nuestro
mundo reside
en el estado de ánimo
en que estemos anclados.
Cuando conseguimos cambiarlo,
el mundo que somos capaces de observar
cambia con él. De modo que si controlamos
nuestro estado de ánimo, jamás renunciaremos
a beber de la fuente inagotable
de aprendizaje
del que emana la vida a pesar de las etiquetas
que pretendan confundirnos o aquellas que
el entorno quiera conferirnos. Inventaremos
nuevas palabras, nuevos lugares, nuevas
emociones, frágiles como una gota
de agua, y entonces ...