La solución de gran parte de nuestros jeroglíficos íntimos,
suele manifestarse habitualmente en los pequeños detalles, siempre que
alcanzamos a "detener el tiempo a tiempo" y reparamos en ellos con sigilo casi
felino. Detalles que son imperceptibles cuando subimos el volumen del hábito y
no atinamos a curar la costra atroz de la cotidianidad. Sólo cuando fijamos la mirada
sin ataduras, ésta nos suele devolver estampas agarradas a un discurso claro y
potente, como el fiel reflejo de un espejo sin fisuras: desnudo, sin arreglos, sin postizos ni
maquillajes.
Cuando trazamos la línea del horizonte ante la
que está cayendo y pretendemos dibujar nuestro mapa de opciones a pesar de la
falta de color en los tiempos que corren, antes de sucumbir al desconcierto, siempre existe algo que nos
recuerda que debemos seguir adelante. Una imagen, un destello, un abrazo, una
mano, una huella, un recuerdo, un poema, un guiño, un beso. La suma de estos
detalles que actúan con trazo firme en nuestras líneas vitales discontínuas, nos
invita en un brindis de mano alzada, a sentir sin consentir, a acometer el
camino de un viaje que ya iniciamos, con la misma ilusión y empeño, y a apostar así
por nuestras energías, que no son las pocas que creíamos. Jamás podemos dejar
de bailar a pesar de que la orquesta decida, por sí misma, abandonar el
escenario por falta de audiencia. Esos bailes de sonrisa infinita, de pistas vacías y suspiros
eternos, en el mejor compás de los silencios, nos devuelven el marco de nuestra banda
sonora y nos invitan a seguir creyendo que todo es posible, incluso a pesar de
nosotros mismos y de nuestras mochilas varadas.
Así,
ayer mismo, envuelto en una tarde de lluvia
y de pensamientos mojados, agarré un instante para no soltarlo.
Veintidós segundos que consiguieron devolverme la esperanza que vendrán
tiempos mejores a pesar del granizo que aterriza fiero sobre nuestras
cabezas y que incita a agacharlas sin más.
Sólo si afinamos las cuerdas de nuestra actitud, sólo si recobramos las
partituras desnudas que nos hacen vibrar, sólo si abrazamos con esfuerzo
nuestras pasiones y anhelos hasta dejarlos sin aliento, sólo si
inventamos cada
día instantes que nos dejen en evidencia frente a nuestra propia
esencia. Sólo
si tenemos la confianza, la capacidad, la paciencia, la serenidad y el
valor ...
entonces, a pesar del chaparrón y de la sensación vacua de soledad, ya nada podrá detenernos ...
... y alzaremos de nuevo el vuelo hacia lugares que hoy no sabríamos ni imaginar.