lunes, 6 de abril de 2015

TÉMEME ...

(Ilustración de Lola Roig)


Témeme. Porque ya te quitaste de encima el pseudónimo que lastraba tus silencios y que pegaba tus sábanas en mi piel. Ahora voy en serio porque no tengo nada que perder. O acaso puedo perderlo todo. Y todo es mucho por muy poco que parezca a quien no sabe, pero mucho es nada si no cambiamos de repente un patrón. No opongas vanas resistencias; conozco tus circuitos torticeros y podrías amedrentar en cualquier excusa. No olvides que has trazado el camino de los remedios, que tal vez no curen enfermedades, pero que deberían aniquilar cualquier justificación en adelante, con un paso dirigido hacia el norte. Porque ya no se puede caer más al sur. Y no eches la vista atrás: ¿o acaso puedes envolver en papel de plata las lágrimas que engulliste para digerirlas después en soledad?. Soltaste prenda y te quedaste en pelotas: sin una mano por delante, para no tapar tus sabidas vergüenzas y sin una mano por detrás, para no descargar conclusiones fieras de mal gusto. Agriestaste tu sonrisa de anuncio profident, secaste tus vanidades en su hoguera querida, volcaste tus verdades con ton y son, y le dijiste de nuevo buenos días al insomnio más letal, preguntándole, con educación pueril, qué suele tomar cuando desayuna en esa mesita sin mantel que ya tiene preparada para uno.

Témeme. Porque no me ando con chiquitas. Por no tener ya, no tengo ni las edades de Lulú, salvo que Lulú sea una gogó cuarentona sin espejo cuentaverdades. ¿O tal vez soy aún ese niño de teta al que le retiraron el pezón a destiempo para que se buscara la leche en otro pecho?. O en algo que se le pareciera. No lo sé. Quién sabe. Que más da. Tal vez sea el hambre que no sé saciar, amor, si no te tengo hoy a mi lado porque quererte lo que es quererte, ¡joder si te quiero!. Pero también te respeto lo suficiente como para quitarme el reloj del tiempo que sabes que no llevo por una maldita cicatriz que me infunda aún respeto. Caminaré sólo si es preciso o a tu lado si crees que lo merezco. Y lo haremos bien o mal o como nos salga del mismísimo instinto. Tengo aún la bolsa por hacer porque creo que tus sonrisas no me caben dentro; porque ya son millones y no sabría descartar ninguna. ¡Qué coño!, soy tu padre, y tengo el síndrome de Diógenes de tus instantes, pequeña. No me culpes por no saber simplificar tus fracciones y moverme aún en enteros. Y no me llores, que te veo, y te fastidiaré la tarde con un pellizco ruín en el trasero. Sabes que soy capaz de eso y mucho más, mi cielo.

Témeme. Porque la incertidumbre tomó cartas en el asunto y está dispuesta a jugar la partida, sin ases en la manga pero a velocidades de crucero. Y porque de eso se trata la vida: de tomarla por los cuernos sin el arte del toreo. Que ni es arte ni es . Digan lo que te digan los que la velan sentados cómodamente en un tabloncillo y se olvidaron de ver como te ensucias de barro cada día en el ruedo. Porque hoy mi sangre derrama por los cuatro costados y eso sé que es capaz de borrar de un plumazo el rímel de tus ojos de lucero (que no el pintalabios que pretendo hacerte desaparecer a besos). Y esas lágrimas que te caté, no quiero que llenen hoy tu vaso de cristal roto y menos que las embotelles para bebértelas luego, a sorbos, y emborracharte de mis silencios. Nunca predije nada cinco minutos antes de tomar un aliento y mucho menos cinco segundos después de perderlo. Y no te arrastraré a mi cintura si me paseo por un despeñadero de hielo. Que las vistas son chulas, vale, pero tengo un vértigo al que sólo no venzo y puedo resbalarte en cualquier momento. No digas que no te avisé si aún así me sigues. A testaruda y cabezona no hay quien te gane y mucho menos te hacen sombra ese par de gemelos bribonzuelos. Intuyes bien si piensas que usaré la escuadra, el cartabón y el transportador de ángulos para trazar las líneas más rectas. Ya sabes que no soy de reglas, y menos aún, de las fijas. Ni con esas aprendo, preciosa, ¿qué te creías?. Pero llegaré a tí dibujándolas discontínuas, aunque siempre llenas de sentido. Y de sentidos. Cinco más uno: así lo espero. Y si te fallo, por favor, no me lo eches en cara. Ya puestos, mojémonos enteros. ¿Qué te dije? ¿Lo ves? Es cierto, en fracciones … ya no me muevo.

Témeme ayer ... porque no me fuí, sino que vengo. 

Témeme hoy ... porque no hay mate sin jaque, pero tampoco un tablero. 

Témeme mañana ... aunque sólo sea porque te quiero.