Era joven, guapa y estaba borracha: Cómo mola ser taxista.
Por el camino me contó, con voz de trapo, que había quedado con su ex para hablar de no sé qué:
- No me apetece verle. Prefiero salir de marcha y conocer a otros... chicos.
Yo seguía con lo mío: Cómo mola ser taxista (me repetía mentalmente una y otra vez).
- Y dime, ¿trabajas toda la noche? - me preguntó.
- Depende de ti - contesté (con un par de taxímetros).
- Ja, ja. Mira, hacemos una cosa. Te doy mi número de teléfono y me llamas en... ¿media hora? A ver si así, con la excusa, puedo deshacerme de mi ex. Apunta: 619 46 -- --. Mi nombre es Laura.
Al salir (sin pagarme la carrera) me dio un beso salivado en el cuello:
- Espero tu llamada - añadió ya fuera del taxi mientras se ajustaba la minifalda.
Y ahí me quedé, con cara de gilipollas y repitiendo una y otra vez para mis adentros 'cómo mola ser taxista', 'cómo mola ser taxista...'
Media hora exacta después marqué su número. Descolgó la voz de un hombre:
- Bienvenido a la Iglesia de la Cienciología, ¿en qué puedo ayudarle?
- Eh... ¿Laura? - pregunté extrañado.
- No. Mi nombre es Carlos y ha llamado usted a la Iglesia de la Cienciología, ¿en qué puedo ayudarle?
- ¿Pero qué broma es esta? - le chillé al teléfono.
Entonces Carlos trató de tranquilizarme. He de reconocer que aquel tipo sabía lo que se hacía. Me habló de su Iglesia y de Tom Cruise. A mí me gustan las pelis de Tom Cruise, así que no le costó gran cosa convencerme.
Tras más de una hora de 'charla ininterrumptus' colgué, feliz:
De Laura, ni rastro; pero ahora soy cienciólogo.
Fuente: 20 minutos