martes, 11 de marzo de 2014

LA FOTO




El otro día revisé unas viejas fotografías. Entre todas ellas, una. Era la de una mujer mayor de la tribu Achang, una minoría en Tailandia que sobrevive gracias a la cultivación del opio en Mae Hong Son. Sus dientes, negros, debido a la masticación del tabaco, ensombrecían su rostro y le daban una pequeña imperfección atestada de belleza. En diez años, jamás he olvidado esa tímida mirada, acompañada de tan pícara sonrisa y de la única palabra que articuló, delicada y con sus pies desnudos, bailando en medio de una calma sosegada. Tan pronto atisbó mi sonrisa cercana y una mirada interrogativa a escasos centímetros, supo expresarme, en un inglés entrecortado, un sólo vocablo: peace. No hizo falta más. 

Y es que estamos hechos de piedra y hoguera. Pero no hay que olvidar que incluso dos simples piedras, ajenas al mundo y a sus bullicios racionales, en su tremenda percusión compartida y en sólo un cruce avispado de energías rudas, son capaces de entrelazarse, encajarse e impactar, fieras, para provocar la chispa adecuada capaz de arder en un perfecto instante de paz.