viernes, 27 de junio de 2008

JOSEPH MERRICK: EN LA PIEL DEL HOMBRE ELEFANTE


Joseph Carey Merrick, más conocido como el Hombre Elefante, sabía que acabaría en una enorme botella de formol. Cuando el cirujano Frederick Treves, que se convertiría en su salvador, lo vio por primera vez, en un oscuro local londinense en 1884, pensó que era el espécimen más desagradable de toda la humanidad. Su cuerpo era tan repulsivo que se vio obligado a ganarse la vida como monstruo de feria. Además de estrenos en Broadway y la película nominada a 8 oscars de David Lynch, con John Hurt (doce horas de cuidadoso maquillaje) y Anthony Hopkins, de 1980, se publicó ese mismo año La verdadera historia del Hombre Elefante de Michael Howell. Ahora se presenta una nueva edición revisada a un precio interesante: 18 euros.



Merrick atribuía sus deformaciones al gran susto que sufrió su madre cuando, embarazada de él, cayó bajo un elefante, episodio posible fruto de su fantasía. Hoy se cree que sufriría el Síndrome de Proteo, una rara enfermedad congénita manifestada cuando tenía 4 o 5 años. Su cabeza de más de 90 cm era una masa de bultos y excrecencias de la piel; la carne sobresalía de su boca; la piel llena de verrugas, le colgaba en pliegues. Sólo su brazo izquierdo y sus genitales eran normales. Su mal pudo deberse a un gen defectuoso de la madre, que era tullida, al igual que la otra hija que tuvo. Otro hijo, sano, murió con 4 años.

Con 13 años, Merrick trabajó en una fábrica de habanos hasta que su malformación le impidió seguir trabajando. A los 21 años decidió exhibirse como monstruo de feria, lo que le reportó sumas de dinero importantes. Sin embargo, a finales del XIX, “el gusto por los monstruos” empezó a ofender la (doble) moral de la opinión pública, que acabó rechazando los espectáculos por degradantes. El film de Lynch, gran película, angustiante, cruda y a la vez imprescindible, reflejó la versión que el doctor Treves legó en su libro El Hombre Elefante y otras reminiscencias (1923) y popularizó la imagen de un ser humano maltratado y utilizado por los empresarios de novedades. El doctor Treves le procuró cuidados y un hogar de por vida en el Hospital de Londres, gracias a las donaciones que generó el interés por su caso tras una campaña publicitaria a su favor en la prensa. Se convirtió en una celebridad: le llevaron al teatro y recibió regalos e incontables visitas de médicos y gente de la alta sociedad, entre ellas, los Príncipes de Gales.

La única carta que se conoce escrita por Joseph Carey Merrick

Bajo la piel del monstruo, Treves descubrió a una criatura tierna y afectuosa, libre de cinismo y resentimiento, agradecida, fascinada por la belleza y enamoradiza (veneraba a las mujeres como a las heroínas de las novelas románticas que tanto le gustaban). Era tan sensible que podía llorar, pero su rostro, vacío de toda expresión, era incapaz de reír. Merrick falleció el 11 de abril de 1890. Tenía 27 años. Le hallaron tumbado en su cama, él que debía dormir sentado porque el peso de su cabeza podía romperle el cuello. La última de sus noches decidió dormir "como la gente normal".


"¡No soy un animal!
¡No soy un animal!
¡Soy un ser humano!
¡Soy un hombre!"