Secuestrado por un tiempo que se
agota, uno echa la vista atrás y todo el camino recorrido le parece mucho desde
que inició el año de las catástrofes naturales según la filmografía y el mismo año
bisiesto en que según el calendario Maya, el 21 de diciembre, se dará por
concluida nuestra estancia en estos lares. Así, llegados a este punto, único, en
el que uno rinde cuentas de todo aquello que le sucede sin hacer mucho caso a
la cronografía de los hechos sino a los hechos en sí, la sensación de fatiga
hace mella en estos momentos de lucha constante contra no se sabe muy bien qué.
La maldita crisis que nos fustiga adquiere formas distintas de manifestación y
no por ello resulta menos letal. No actúa por golpes soberanos sino que
practica una metástasis fulminante que debe ser combatida, día a día, con
grandes dosis de fe y capacidad de soportar la mala praxis de aquellos que
dicen gobernar las ideas y tomar las decisiones adecuadas. Nunca creí en ellos
y no lo haré en adelante. No tienen mi papeleta. Creo que estamos cargados de buenas ideas y que
nuestra capacidad de superar metas es indiscutible, pero bajo la lona de un
circo gobernado por payasos sin gracia ni escrúpulos, de almas vacías con traje sin corbata y
cuando el voto es lo único que importa, se adormecen esas capacidades y se lastran las
facultades del emprendedor. No estoy indignado; estoy agotado. Necesito mudar
de aires, tomarme unos días de vacaciones sin fianza, rearmar el índice de sueños a los que no se le aplica el impuesto de la insensatez y creer de nuevo que todo
es posible.
Muchos han dicho basta, algunos siguen escribiendo la crónica de su muerte anunciada, otros
tantos nos sentimos constantemente amenazados por el silencio aterrador que
contamina nuestros miedos a la espera de un golpe, muchas veces imaginario, que
tumbe nuestros propósitos y ponga fin a nuestras ilusiones. No lo conseguirán,
porque si algo hemos aprendido de esta maldita depresión, es a tomar las
riendas de nuestra existencia, a saber reinventarnos en décimas de segundo, a desconfiar de las
sonrisas sin fondo, de los besos sin cierre de ojos y a defender nuestra integridad por encima de todo. Queda
mucho camino por recorrer y grandes decisiones que tomar para nuestro futuro más inmediato.
Espero que los tildados grandes líderes sepan escuchar de una vez por todas lo que su pueblo les reclama, sin comisiones abusivas ni derechos de pernada.
Me marcho de vacaciones. Muchas
cosas en el tintero. Les debo una crónica de una noche de verano con mis
gallinas preferidas (a pesar de las presiones recibidas), un resumen de los acontecimientos venideros de uno de los mejores (el mejor) grupo de música electrónica y muchas otras ocurrencias que
tendrán lugar cuando haya conseguido paliar la capa de sedimento que se ha
adherido a mi existencia durante este tiempo. Vendrán tiempos mejores, qué duda cabe, pero
a pesar de la sensación de cruzar un perverso túnel infinito con la menor de
las visiones y recursos posibles, no debemos desertar en nuestro ideario. Debemos sentir nuestra hoja de ruta como el mapa genético que nos acompaña per se y
saber que ante todo, tenemos grandes cuestiones en las que aferrarnos: nuestros
seres queridos con los que nos rencontraremos estos días, el tiempo que se
dilatará a nuestra voluntad si de él disponemos y de las oportunidades de
visionar y detenerse en los pequeños detalles que siempre consiguen reducir
nuestras dificultades humanas a la enésima potencia.
Hasta pronto a los habituales, un
abrazo a los incondicionales, un guiño a los de siempre y la férrea voluntad de
reunión dentro de un mes para todos. Cerramos las puertas y las ventanas del
blog durante un breve periodo de tiempo (no reniego de algún escarceo veraniego que
así lo reclame), y les deseo lo mejor para estos días con sus noches. ¿Donde está vuestro lugar, vuestro pedazo de tierra, vuestro espejo en el cielo? Búscadlo estos días. Yo lo intentaré en mi campamento base, en mi playa favorita y en una ciudad para perderse.
Un abrazo, Adéu.
Mephisto