jueves, 2 de junio de 2011

INDIGNADO

Esta mañana me levanté con el pie derecho, si, derecho. Creí en un primer instante que hoy sería un día de esos que uno tiende a emmarcar cuando la sucesión de hechos le son favorables de buen inicio. Pero nada más lejos. Sólo llegar a la oficina y realizar la primera gestión del día ha sido suficiente como para echar por la borda cualquier pretensión de que el día fluya por los cauces de la sensatez. Y es que una llamada a la consulta del pediatra de mi hija para tratar el redactado de un certificado médico, ha sido suficiente para malbaratar mis energías renovadas. De entrada, uno se topa con la burócrata de recepción que tras intentos para convencerla de que no se trata de una consulta médica sino de un mero trámite legal, insiste en comunicarme que no podré hablar con el colegiado sino se realiza la llamada a través de una línea 807.






Es decir, que para informar a mi médico de que me encantaría enviarle una documentación para agilizar el redactado de su certificado, debo marcar una línea de pago 807, escuchar como una voz me informa del coste de 1.51 euros/minuto que va a suponer tener que esperar que alguien atienda mi petición y suponer que ello acabará en el momento que marque el dichoso numerito de marras.




Pues bien, NO. Es la cuarta vez que llamo. La primera he tenido que oir una conversación a terceros, como si se tratara de una línea erótica en la que debo ponerme cachondo escuchando el diagnóstico de una señora a la que su hijo le pasaba nosequé.. La segunda, se queda en espera y la tercera y la cuarta, los 'señoritos' comunican. Es decir, no he conseguido nada y mi inversión ya es a fondo perdido. Una vergüenza. Seguiré en mi empeño, no cabe otra solución, pero uno tiene la sensación que este star system de médicos, al servicio de las personas que han contratado sus servicios, cada vez me parece más lamentable y se acerca peligrosamente a una consulta del tarot o a los servicios de 'señoritas que se alegran de que las llames'. En mi empresa debería pensar en hacer lo mismo, cada vez que un cliente me llama para consultarme una duda o pedirme un presupuesto, que se oyera de fondo un pip-pip, indicando que ya ha pasado un minuto de su tiempo que irá directamente a mi fondo de pensiones.