Hace más o menos un mes tuve la oportunidad de visitar una exposición realmente curiosa y ... siniestra, si me lo permiten. Se trataba de Apocalíptica : Los rastros de la muerte a través de la historia en los siglos XVI-XVIII. Cabe decir que estábamos solos en la visita lo que dle dio un poco más de emoción y de silencio, necesarios para profundizar en aquello más detestado por la condición humana: el cautiverio. El lugar, el Museo de Historia Medieval de la Cúria-Prisión de Castelló d'Empúries. Organizada por el Archivo Histórico de Girona y el Mueso de Arqueologia de Catalunya-Girona se encarga de recordarnos las diversas causas de la muerte y de las condiciones de vida de nuestros antepasados a partir del análisis histórico de la documentación y de los restos óses de la época. Viajad en el tiempo por unos instantes. Dejaros llevar por la imaginación y desconcetad cualquier fuente de ruido de vuestro alrededor. Sois prisioneros por un acto atroz que habeis cometido. Y ya estais inmersos en la oscuridad más inquietante...
El singular edificio en el que os encontrais era en la edad media un complejo judicial y penal que comprendia dos cuerpos edificados : la cúria o espacio donde se impartía justicia y luego el lugar donde los condenados ingresaban en el interior de la propia prisión en la que ahiora sereis encarcelados.
Este edificio sigular presentaba un pequeño patio central alrededor del cual se situaban las oscuras, pequeñas y malsanas celdas, estancias clausuradas mediante una gruesa puerta herrada y con unico punto de claridad que penetraba a través de las pequeñas ventanas con rejas que daban al patio central. Estos puntos servian tambien para servir la comida (escudella) a los condenados.
En estos oscuros y insalubres habitáculos, los prisioneros dejaron entre los siglos XVI y XIX la imprenta de sus estados anímicos, de sus inquietudes y sus pensamientos bajo la forma de abundantes grafitos cargados de plasticidad y simbolismo. Así pues, sentid que haceis un pequeño viaje a lo largo de la historia. Pedid clemencia, malditos!