Un Estado no está nunca terminado del todo. Es como una ciudad, que siempre está en obras, mejorando, ampliando, adecuando, adaptándose a las necesidades de los que viven en ella. Así es como veo yo a España. No como algo definitivo, intocable o sagrado. ¿Por qué? ¿Acaso lo llevaba Moisés en sus tablas con una letra muy pequeña que no vimos?
Un Estado innegociable que no escucha ni atiende el signo de los tiempos es una madera vieja. Noble pero vieja, que acabará crujiendo por puro desgaste. La crisis del Estatut no es una crisis secesionista. La mayoría de los que vivimos aquí no queremos irnos a ningún lado, ni poner más barreras o peajes. ¡Más peajes no, por favor!
Los catalanes solo queremos que se nos escuche y respete para seguir juntos el incierto viaje de la historia. Quítale oportunismo, demagogia y electoralismo a todo el debate y tendrás a un montón de gente normal y orgullosa de su tierra, cabreada por sentirse ignorada y maltratada por la maraña judicial. Ya está.
Un Estado innegociable que no escucha ni atiende el signo de los tiempos es una madera vieja. Noble pero vieja, que acabará crujiendo por puro desgaste. La crisis del Estatut no es una crisis secesionista. La mayoría de los que vivimos aquí no queremos irnos a ningún lado, ni poner más barreras o peajes. ¡Más peajes no, por favor!
Los catalanes solo queremos que se nos escuche y respete para seguir juntos el incierto viaje de la historia. Quítale oportunismo, demagogia y electoralismo a todo el debate y tendrás a un montón de gente normal y orgullosa de su tierra, cabreada por sentirse ignorada y maltratada por la maraña judicial. Ya está.
Viene otro reto para nuestros gobernantes. Leer correctamente la situación, negociar, pacificar y progresar. Soy pesimista al respecto.
Andreu Buenafuente. Artículo publicado el día 5 de julio de 2010 en la revista Interviú