jueves, 31 de mayo de 2012

KJERAGBOLTEN, QUE NO TE ATRAPE EL MIEDO A LA ROCA


Hoy leyendo el suplemento de un periódico me ha atrapado una imagen singular. A pesar de haber viajado hace cierto tiempo a Noruega y haber disfrutado unos días en Oslo y visitado alguno de sus fiordos, me ha sorprendido la foto de una roca encajada en una grieta en el borde de una montaña, concretamente en Lysefjorden Kjerag, situada a más de 1100 metros de altura sobre el mar y en un espacio no mayor a 5 m³. 

Se trata de la roca Kjeragbolten o Perno de Kjerag y a pesar de ser considerada como reclamo turístico portador de buena suerte a quien camine por ella, deja sin aliento tán solo imaginarse posado un segundo. Este fiordo y el Kjerag se hallan a unos setenta kilómetros al este de Stavanger. Para subir se tarda unas dos horas y media y el último tramo, no se encuentra a nivel, lo que precisa de un “pequeño saltito de nada” para acomodarse en su cima.


Tal vez me ha atrapado esta imagen porque resume a la perfección la situación de la mayoría de personas sumidas en esta crisis a terceros, provocada por especuladores que deciden si la roca debe caer o no con el mayor número posible de personas encima. Cada mañana muchos empresarios como yo, subimos a esa roca con la esperanza de que siga firme y no genere los peligros lógicos del desgaste del día a día. Muchos han abandonado o han saltado del pedrusco que les mantenía firmes por miedo a la caída, al descalabro o por mero cansancio.

Otros seguimos con la mochila lo menos cargada posible, con la adrenalina variable, y con la fe cada vez menos ciega de creer que  todo esto debe cambiar, con los consabidos mareos aprendidos de que tal vez cuando volvamos a iniciar el camino, la roca nos haya abandonado para dar paso a un puente estable, sin pájaros carroñeros dispuestos a jugar con los bolsillos de aquellos que nunca vivieron por encima de sus posibilidades, de políticos infames metidos a banqueros infectos, de primas de riesgo abultadas sometidas a cancilleres alemanes, de desahucios inaceptables de esperanzas, de pensiones vitalicias indignas por el mero hecho de dejar de prestar servicio a un pueblo a costa del propio pueblo, de recortes sobre recortes para afectar a la educación de nuestras generaciones venideras y a la salud de nuestras generaciones anteriores, de una nación valiente ahogada por otro país vecino que amenaza con un rescate cautivo, de la sombra de una monarquía vetusta y sin sentido, que actúa como el lujo de una democracia creada por aquellos que ahora deberán ser hipotecados para el resto de sus descendencias y tergiversada por aquellos que se erigen como la voz de un pueblo jadeante y convierten la reencarnación de Kikazaru, Mizaru y Iwazaru en un solo ente mezquino y desalmado capaz de no ver la realidad con la empatía necesaria, de  no escuchar la voz de aquellos que confiaron sus destinos en dosificadas decisiones hoy disparatadas, y que insisten en seguir hablando el idioma, tediosamente universal, de la letra pequeña.

Imaginad por un momento que dejais de subir a esa roca, cerrad los ojos y soñad que un día esto va a cambiar. Necesita cambiar. Si conseguimos entre todos que suban al peñasco ese tipo de alimañas, tal vez cuando estén todas encima de él, apretujadas y sudorosas, el peso de su desvergüenza, cinismo y desfachatez provoquen la caída irremediable y los vencidos de hoy serán los invictos del mañana.

Buenas noches.


PD. No he podido dejar de pensar, viendo la imagen, en la película "127 horas" y la lucha de Aron Ralston, basada en un hecho real, justo en el momento de que su brazo queda inmovilizado por el desprendimiento de una roca en un cañón aislado de Utah. Nunca más he descendido un barranco sin pensar en ello. No obstante, ejecuta un claro ejemplo de supervivencia, apta para cualquier tiempo de crisis.