jueves, 3 de mayo de 2012

EL ÚLTIMO QUE CIERRE LA PUERTA

Me encanta encontrarme con cosas que llamen mi atención por muy insignificantes que puedan parecer a primera vista. Suelen atropellarme y es rara la vez que pasan inadvertidas. Siempre me han hechizado las puertas decoradas con cierta personalidad; adivinan el universo que se esconde tras las mismas. Es fácil pues imaginar qué puede ocultarse tras ellas, qué tipo de ornamentos vestirán sus paredes, qué mobiliario ocupará sus dominios. La mayoría de puertas dicen muy poco de quien habita en su interior. Todo el mundo esconde tras la fría madera gran parte de su universo; lo hace opaco al resto de sus vecinos más inmediatos. Tal vez porque se les impuso su diseño al ocuparlas, tal y como se nos imponen nuestros propios nombres que luego rellenamos en vida con nuestras experiencias, vestimos de ornamentos innecesarios y cargamos de mobiliario inútil.


Esta vez la puerta pintada a mano con el nombre de la propietaria y un dibujo de una mujer desnuda sosteniendo en una de sus manos una lámpara o farolillo (¿o tal vez un racimo?...perdonen la imprecisión, las prisas), invitan a imaginar una personalidad amable, juguetona, soñadora, cosmopolita, de edad tardía pero sin la impronta fustigadora del tiempo, a la vez que seguro que cada uno de los elementos que configurarán su morada, de estilo íntimo y delicado, tendrán una historia detrás perfecta para deleitarse saboreando el duro golpe de un calvados y dejarse ensoñar por las fascinantes historias de quién lo ocupa... Deseo que se desvanece justo en el momento que uno atisba el cartelito que aparece inmediatamente debajo de la figura sinuosa. No me engaña; seguro que el perro es encantador.  No quiero despertar de mi fantasía; y si su descreencia no me lo permite, les daré con la puerta en las narices. ¿Cómo se atreven?. Quedan avisados. Hoy muerdo más que el propio perro de mi encantadora dama.

Perro peligroso y perspicaz