sábado, 3 de octubre de 2015

LA FOTO


"Dormidas 
y una sola recostada
en mi pecho, 
fundiendo sol y tierra con el viento 
y el llanto; 
una sola, 
tu sombra, 
me celebra la vida."

viernes, 25 de septiembre de 2015

EQUINOCCIO



Silencio. Así sin más. Sólo silencio. Pero del de verdad; del que sana y no miente. Hasta hoy, hasta ya. De ése otro, no más. Y si no consigues pasar hoja, cambia de libro, me dijo el alma; y si no consigues mutar de aires, cambia de piel, me dijo el co(razón). El fin es también un principio, ¿o acaso la vida no se viste de ciclo, aunque se desnude en el pálpito de su todavía centrifugada resaca?. Y aún sin mapa, hoy me siento menos perdido. Y aún sin brújula, hoy no siento para nada que perdí el norte, ni el sur, ni el éste o el aquel. Ando despacito para oír como taconean tus zapatos, sin que hagas leña del árbol imbatible de mis alientos. Camino “suavesito” para que te quedes a vivir con mis caricias desaceleradas y para que follemos en nuestros sueños como si hubiera un mañana. Perdón por mis desvaríos léxicos … quería decir en nuestras realidades. Porque de eso se trata: de acentuar, en agudo o en abierto, nuestros latidos revolucionarios y de poner juntos, los puntos sobre las íes en la palabra ilusión. Y dotarlas así, a todas ellas, de significados suficientes como para escribir nuestro propio diccionario de la real academia de la lengua de las mariposas (de las tuyas y de las mías); al margen de pasados en blanco y negro desaliñado y lejos de sus connotaciones de vinilo. Prefiero las mil heridas de una posible única victoria que un sólo rasguño de mil fracasos certeros. Pero si hay que fracasar, hagámoslo siempre con una sonrisa. “Dientes, dientes…que es lo que les jode”. Sonriamos, que para eso, créeme, tenemos sonrisas en stock para un buen rato. O para siempre. Tomémonos en broma poniéndolo todo en juego. Que la vida es muy corta y si tiene algo de cuento, que no nos la cuente nadie sin que seamos ya sus protagonistas. Recítatela en cada paso que des, aunque te precipite al vacío, que yo haré lo mismo, agarraíto de esa mano sin la que ya no sabría morir cada noche. Incluso en caída libre, se puede disfrutar de un bello paisaje. Y tu paisaje ya me atrapa. Porque huele a canela, pero también a futuro. Porque sabe a miel, pero también a rumbo. Y como bien aprendimos, no luciremos a ese dueto en trajes ceñidos de miedo. Basaremos su reflejo en el baile desnudo de nuestras esperanzas. 

Sí pero sí. 

Que el , nos sienta mejor.

miércoles, 17 de junio de 2015

ELENA PANCORBO: LA BELLEZA DE UN SILENCIO


"La mirada"

Me encanta la esencia de ese arte hecho con estilo propio, impregnado de un sentido pleno que transforme en sencillo aquello extremadamente complejo; ese arte parido con un sello de identidad moldeado a golpes de color y vida en cada trazo; ese arte que emana, sin excusas, una dosis de pasión mayúscula en cada detalle minúsculo. Sin que te recuerde a nada que hayas visto antes. Elena Pancorbo, de adn granadino, posee ese duende innato capaz de enamorar a primera vista. Y a segunda. Mujer de mujeres, poseedora de un especial atino a la hora de desnudar la figura femenina, le quita la ropa al alma de la criatura que despoja en cada ilustración, con una técnica especial y un don personal e intransferible.


 "Amar duele"

¿El éxito de sus ilustraciones? Que le quite todo el sentido a la ruedecilla de los segundos de tu reloj de pulsera y que permanezcas, un instante glorioso, atado a un movimiento de rotación y de traslación de tu mundo interior, con el aire de los pulmones comprimido en una fantástica sensación de libertad y fascinación a partes iguales. Elena consigue eso con creces. Le saca punta a ese lápiz de la imaginación y obtiene resultados tan inspirados como éstos, con ese detalle común a todas sus creaciones que actúa a la vez de nexo frecuente pero también de punto de partida para atrapar las emociones más puras en un silencio de acordes fantásticos. Deteneos treinta segundos en cada mirada. Inventad sus historias o dejad simplemente que os expliquen aquello que ocultan. 


 "Tengo ganas de ser aire y que me respires para siempre"

Hallaréis las respuestas sin que os atropellen las preguntas: belleza y misterio conjugados bajo el mismo techo líquido de un sentimiento desnudo, cosidos a mano a través de una sinceridad brutalmente honesta, y todo ello sin mediar palabra alguna.

sábado, 13 de junio de 2015

sábado, 6 de junio de 2015

EL GRANO DE CAFÉ




Un día, una hija se debatía con su padre acerca de la vida y se lamentaba de que las cosas últimamente no le salían bien. No sabía como proceder para seguir adelante pues sentía desfallecer y se iba a dar por vencida. Estaba cansada de luchar y luchar, sin obtener ningún resultado apenas. Parecía que cuando solucionaba un problema, surgía otro. Y luego otro. Su padre, un famoso chef de cocina, la llevó aquel día a su lugar de trabajo. Allí tomó tres ollas con agua y las colocó en el fuego. Pronto el agua de las tres ollas ya estaba hirviendo.

En una de ellas colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir una palabra, solo miraba y le sonreía a su hija mientras ésta esperaba atenta, sin mediar palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose, en todo momento, que estaría haciendo su padre. A los 20 minutos el padre apagó el fuego. Sacó los huevos y los colocó en un recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café en un tazón. Mirando a su hija le dijo: 

-         Preciosa, ¿qué ves?
-         Huevos, zanahorias y café. -  fue su respuesta inmediata.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias; ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Finalmente le pidió que probara el café; ella sonrió mientras disfrutaba de una exquisita taza. Sorprendida e intrigada, la hija preguntó entonces: 

-        ¿Qué significa todo esto?

Él le explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad: tan sólo agua hirviendo, sólo que habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después  de pasar por el agua hirviendo se había vuelto blanda y fácil de deshacer. Los huevos habían llegado al agua frágiles, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en el agua hirviendo, se habían endurecido. Los granos de café, sin embargo, después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua.

-      ¿Cuál de los tres elementos  sientes que eres tú?. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo le respondes? - Le preguntó el chef a su hija.

 -    ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la fatalidad y el dolor la tocan, se vuelve débil y pierde su fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, con un espíritu fluido, pero después de una contrariedad se vuelve duro e inflexible?

-      ¿O eres un grano de café?

-     El café cambia al agua hirviendo, el elemento que hoy le causa dolor. Y cuando el agua llega al punto máximo de ebullición, alcanza entonces su mejor sabor y aroma, su verdadera esencia. Ojalá logres ser algún día como el grano de café, y que cuando las cosas se pongan realmente mal, puedas reaccionar de forma positiva, sin dejarte vencer por las circunstancias y hagas que las cosas a tu alrededor también mejoren. Porque ante la adversidad, existe siempre una luz que iluminará tu camino, aquel que tomes, aquel que decidas emprender. Todas las personas que te rodean y que quieren verte feliz estarán de tu lado. No lo dudes. Deseo que puedas siempre esparcir e irradiar con tu fuerza, optimismo y alegría el “dulce aroma de este café”. Para que nunca pierdas el olor grato e inagotable que solo tú sabes transmitirme a mi, preciosa, pero también a los demás.

-      ¿Qué te parece si hoy nos lo tomamos juntos?

domingo, 24 de mayo de 2015

CLIC



Un día por casualidad me soplaste que la clave para cualquier éxito era saber decir “basta”. Te hice caso. Y lo proyecté ante mi más temido enemigo: un espejo. El peor de todos: el mío. Los detesto tanto por una sola razón: saben tu verdad antes de que tú se la cuentes. Ni falta les hace que les des los buenos días: con tan sólo asomarte a su marco, te han escaneado analógicamente, y de un plumazo, desnudan tus emociones más recatadas. Conocen más de ti que tú mismo. Te saben al dedillo. Prueba a mirarte un día más de diez segundos en él, creyendo que le puedes esconder algo de antemano. Tu imagen temblará si algo tiembla también en ti. Clic. ¿A que jode?. Lo siento, son así. Mostrarán impávidos tus inseguridades, tus miedos, tus excusas, tus vanalidades, tus silencios; te los escupirán a la cara e imperturbables, te preguntarán por aquello que más temes: hasta cuándo quieres dejar tu vida en espera. Una y otra vez. No se obstinarán demasiado en preguntarte el ¿y ahora qué?; eso lo dejan en manos de la razón y la reflexión posteriores. De las tuyas o las de los otros. 

Pero cuidado con ese par de dos. A veces sobreactúan como trileros que pretenden ocultarte su bolita llamada, pretenciosamente, “respuesta segura” y lo harán con sus artimañas preferidas: justificaciones enraizadas o argumentos enrevesados. Y si no existen, se los inventarán. Uno de los trileros estará a tu lado, empujándote para que no te envalentones sin más. Les asusta que los dejes atrás y arriesgues rápido entre tus pocas opciones bajo el argumento del ¿y si te sale mal?. Clic. O cuantas más expectativas generen en ti mejor: así, ante el agobio y con suerte, abandonas pronto el cometido, te relajas, sacas tripica y lo dejas para otro rato, que total, hoy tenías otras mil cosas absurdas con que llenar tu agenda de prioridades. Recuerda siempre que dos de esos tres cubiletes de la mesa no contienen nada y que tan sólo uno de ellos te ampara. O al menos eso te hará creer. Las probabilidades de error son altas, que sí, pero si pretendes el alivio de refugiarte en la suerte y atino por el hecho de que la estadística jugó una vez a tu favor, estás perdido. Clic. Volverás como un yonki a la casilla de salida a por más suerte una próxima vez y a lo mejor la puerta de su tenderete ya estará echada para entonces. Y de forma indefinida. Sin avisar. Y en aquel momento podrías asistir como espectador a la narración más cruda del cuento más corto de la historia: “había una vez, pero ya no”.


¿Y como decirle basta a la indefinición o a esas mismas definiciones que moldearon, a conciencia, tu zona de confort más chic?. Uff, esa no es tarea fácil. Nada que valga la pena y en lo que creas a pies juntillas lo es. Exige apuesta, sacrificio, reinvención, riesgo.  Aquel soñar, creer, crear, que suceda (y que Dios nos coja confesados, añadiría). Clic. Y en aquel punto en que ya lo dabas todo por hecho (o casi) vas y te das cuenta de que en realidad estaba todo por hacer. Que ya no te sirve remendar para hoy lo que debieras haber cosido anteayer, ni tampoco sacar lustre a última hora, con el “corre que nos pilla el toro”, a unos zapatos viejos con los que solías pasear, pero que jamás te enseñaron a andar. El movimiento se demuestra viajando, paso a paso, vale, pero si tienes clara qué dirección tomar: arriesgarte a vivir una vida de cuento o a vivir una de verdad. La tuya y la de nadie más. Que el tiempo pasa y no mira atrás, o acaso, ¿va a ser que nos van a sobrar días y al final los vamos a tener que regalar? Si es así, que nos pille juntos, ¡leñe! y brindamos por ello, desnudos, junto al mar. Octogenários, con dos copas de cava llenas hasta colmar, para emborracharnos a la brava de lo que hoy carecemos: tiempo suficiente para derrochar.

Basta de seguir pagando cada mes las letras de una jaula de cristal con techos de hormigón. Házlo aunque sea por el amor incondicional a tu huella dactilar: que es única y por algo será. Clic. Si te exiges algo más, si te pones a prueba: no te temas, tarde o temprano, vencerás. Ya lo verás. No compitas con nadie más que tú mismo; porque así, a la gresca, no computas en realidad. El amor no atiende al quien da más. Da y si es, será. Así, natural y sin forzar. Confía en la vida, me dijo un buen amigo. Intúyela, pero no la imagines sin hacer nada más por ella. Crea una vida en directo y no en diferido o con malditos cortes de publicidad. Una vida sin patrocinios. Protagonízala y que no te la cuenten los demás. Que sea de verdad y que sea además la tuya. Siempre en libertad. Si es preciso echa mano a tu estuche de acuarelas y píntala de inmediato, por si se pone terca, para plasmar como te gustaría que ésta fuese y hacerla, poquito a poquito, realidad. Clic.
  

Explícamela. Grítala. Permítetelo. Tú la decides; lo hacemos día a día los dos. A nuestro aire. Pero no la escondas bajo la alfombra. Desvívete por vivirla, aunque levante polvo por haberla sacudido con el tesón de un sueño. Hoy y ya. Porque te lo mereces y ahí está, dispuesta a que le desabroches el cinturón de seguridad. Clic. Deja que fluya o cámbiala: pero no la esperes sin pretender que no te despeine ni cambie en algo la perspectiva de tu forma de pensar. Ve a buscarla sin dudarlo, o mejor, deja que te encuentre mucho más. Atrápala o déjate atrapar. Siempre de frente aunque hoy vayas de culo. Que más da. Que el tiempo vuela pero la cabina del piloto, no está vacía. Recuerda: estás tú para pilotar.

Así que si te vienes conmigo, te esperaré en el aeropuerto, pero sólo si estás dispuesto a viajar. ¿Dónde? A mis destinos preferidos: viajes de ida, sin vueltas atrás. 

Clic.