Señor Wert,
Soy catalán, nacido en Tremp,
en la comarca del Pallars Jussà, una zona encantadora y con gente fascinante,
se lo aseguro. En algún video promocional preelectoralista he visto como gente
de su partido vanagloriaba a Catalunya y a los catalanes por sus tierras, por
sus costumbres, por ser acogedores, por nuestra gastronomía, pero no por nuestro hecho diferencial que jamás creo puedan advertir ni
de lejos, pues no lo reconocen y mucho menos llegan a
comprender su significado. Incluso su presidente (del que mejor no pronuncio su
nombre para no generar búsquedas en google no deseadas) y el de los españoles,
afirmó que le gustaba Catalunya porque “hacen cosas”. Me encantaría que estas
comillas no indicaran una citación textual, pero lamentablemente no es así.
Hacemos cosas, muchas. Y fíjese que una de las cosas que hicimos hace mucho, muchísimo
tiempo, fue comunicarnos entre nosotros con una lengua romance occidental que
procede del latín. No le evitaré el sarpullido: el catalán.
Véalo si puede (advierto que no va a ser así) como una
riqueza de su país y no como una aspereza que hay que pulir a toda costa. Rememora,
con gestos como el de hoy, épocas pretéritas en las que un golpista
adoctrinaba, apoltronado en la cima del miedo y la ignorancia, al que
llamaba su pueblo. La herencia de una dictadura, sí, una dictadura cuya sombra
es más alargada por desgracia que la del ciprés de Miguel Delibes, se nota en
actos fascistas del calibre de sus acciones más tempranas. Sus palabras represoras,
oportunistas, carroñeras e ignorantes hasta la saciedad, no hacen sino recabar e
invocar a las tumbas de aquellos que alzaban el brazo o por impotencia o por analfabetismo.
Vea usted el conflicto donde no lo hay, intente arbritar y poner reglas por
encima de las establecidas, siga pensando que el Estatut de Catalunya es un
papel de “pa sucat amb oli” y verá como sus acciones son calladas por un
pueblo, este sí, para nada separado por sus creencias, por su cultura y mucho
menos por su idioma. Verá que mi blog está prácticamente escrito en lengua
castellana. ¿Cree usted que me crea algún conflicto interno? ¿Que mis amistades
y allegados no entienden o protestan porque saben que mi lengua materna es el
catalán?. Dejen de crear fantasmas donde no existen, y sacúdanse sus vergüenzas,
otrora llamadas “PARO”, “ECONOMIA SUMERGIDA”, “DEFICIT”, “IMPUESTOS”, “COMPETITIVIDAD”,
“DEUDA PUBLICA”, “EVASIÓN FISCAL”, “CORRUPCION”... Podría seguir, pero no quiero
adormecerle con conceptos de sobra conocidos por otros buitres de su alcurnia
más allegada. Persigan esos objetivos; planteen soluciones plausibles. Esos son problemas actuales. Dejen pues de
tocarnos “els collons” o “los huevos”. ¿Lo ve? NO es tan difícil: las lenguas
son riqueza, créame. Y puestos a hacer un ranking, ¿porqué sitúa el catalán como la
cuarta lengua, tras el castellano y las dos lenguas primeras extranjeras?. Sea
osado y adoctrine, regule, reforme e imponga el latín como lengua que sustituya
directamente al catalán por ser un sucedáneo, un “hacendado” de la lengua original itálica.
Siga atacando, cínicamente, a la línea de flotación de la inmersión lingüistica y apostando por la segregación más recalcitrante. Y es que cuando un modelo linguístico no da problema alguno durante más de treinta años, aparecen ustedes, y con su varita
mágica de la especulación del miedo, se lo inventan tan ricamente y se quedan la mar de anchos.
Sepa que con acciones como éstas y a las que por desgracia nos estamos empezando a acostumbrar, no sin una cierta descarga de bilis, crean un
espacio cada vez mayor entre la realidad y lo que desean que sea visto como
tal. Tengo amigos vascos, andaluces, aragoneses, madrileños, murcianos y de
otras muchas partes de la península ibérica y ¿sabe?, nos entendemos y nos entienden. Porque más
allá de la imposición existe el respeto, porque más allá de la tiranía existe
la libertad y porque más allá de desalmados como usted, existen personas que no
creen en una grande y libre, porque ante todo saben lo que es la grandeza y la
libertad. Usted no.
Mephisto.