Me encantan las gárgolas. Desde siempre les he encontrado algo que me ha atraído en todo momento. Cuando visité la catedral de Notre-Dame en Paris, me hice una foto con tres gárgolas o criaturas deformes y supongo que a partir de ese momento, sentí especial fascinación por ellas. En el castillo de Praga he podido admirar la cantidad de gárgolas que se desprenden de la catedral de San Vito, no sin especial admiración.
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Foto de una fachada en la catedral de San Vito, Praga
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El origen de las gárgolas ( gargoille en francés) se remonta a la Edad Media gótica. Las primeras gárgolas fueron bautizadas con el nombre de 'grifos', nombre que hacia alusión a un animal mitológico, que tiene la cabeza de águila y el cuerpo de león. No obstante, la iconografía gargólica no se limitaba a la mera representación de grifos, sino que plasmaba, además, otros seres fabulosos que podían tomar la forma de animales, seres humanos o una mezcla de ambos; pero siempre representados de manera más o menos monstruosa. Las gárgolas, cumplían tres funciones básicas:
. Desaguar los tejados.
. Decorar dichos desagües buscando, por tanto, una finalidad estética.
. Ahuyentar a brujas, demonios y otros espíritus del mal. Es por ello que las vemos en iglesias o catedrales como grotescos.
. Decorar dichos desagües buscando, por tanto, una finalidad estética.
. Ahuyentar a brujas, demonios y otros espíritus del mal. Es por ello que las vemos en iglesias o catedrales como grotescos.
Las gárgolas podían ser vistas como la maldad que se encontraba fuera de las catedrales e iglesias, mientras que dentro de éstas, como sitio de encuentro y paz interior, se encontraba bellamente adornado por vitrales y murales. También podían estar, con el fin de actuar como guardianes de su iglesia, para mantener alejado al mal. En cualquier caso, eran para recordarle al pueblo, que se encontraban en un mundo imperfecto, en donde se sabía, que aunque Dios estaba presente, el mal nunca estaba lejos.
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