La monstruosidad de lo que somos, aquello que nos dictan nuestras propias sombras cuando la luz se va y nos quedamos a solas, se erige tarde o temprano en identidad. El impulso innato de lo que somos no tarda en resurgir, sale y arrasa con todo, y entonces vienen los actos, las consecuencias y el dolor, sobretodo el dolor de los otros, hasta que desembocamos en el paso del tiempo y en una conciencia. Pero ni tan sólo la razón puede redimirnos..
viernes, 14 de noviembre de 2008
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