Intersección de caminos |
Entre
los caminos de la memoria que no se detienen y el tiempo como verdugo ecuánime siempre presente en la aduana de los mismos, todavía me importan más las huellas que forjamos que lo que nos
queda por recorrer hasta llegar a nuestros supuestos destinos. Y es que debemos devolvernos al
presente, porque las improntas del ahora tejen cada uno de nuestros pasos
venideros.
Con cierta asiduidad la velocidad del atajo suele interrumpir el vasto conocimiento del camino y la musicalidad de las posadas adormece de forma letal nuestros alientos. Porque el camino no es difícil para aquellos que no tienen preferencias ni entienden de lenguajes de signos convencionales.
Y porque los caminos se entrecruzan, se separan, se juntan de nuevo, serpentean sin fin, se estrechan, se ensanchan sin más, se agrietan, se enclaustran en sí mismos, se abren, pero siempre descubren al fin nuevas sorpresas, nuevos caminantes y lugares placenteros donde yacer y recobrar cada uno de nuestros sentidos mermados con extrema facilidad por la ordinariez y la futilidad de estos tiempos de recaídas. Y hay que saber encontrarlos en el ahora. Porque habrá jornadas de desaliento o de sentirse perdido y otras de calma o de sentirse hallado. Porque siempre hay noches de tormenta y luego mañanas de sol.
Y allá sigo y seguiré, caminando, paso a paso, sin normas de tráfico que me regulen ni con la marcha atrás de fianza con franquicia, con mi equipaje ligero pero valioso, acompañado de seres magníficos que comparten mi éxodo con gritos de silencio, miradas de complicidad y con la gratitud tatuada en la piel como único lema de supervivencia. Porque muchas veces nosotros mismos somos el camino y la propia meta, ya que la distancia no existirá jamás si sentimos de veras nuestro camino.
Con cierta asiduidad la velocidad del atajo suele interrumpir el vasto conocimiento del camino y la musicalidad de las posadas adormece de forma letal nuestros alientos. Porque el camino no es difícil para aquellos que no tienen preferencias ni entienden de lenguajes de signos convencionales.
Y porque los caminos se entrecruzan, se separan, se juntan de nuevo, serpentean sin fin, se estrechan, se ensanchan sin más, se agrietan, se enclaustran en sí mismos, se abren, pero siempre descubren al fin nuevas sorpresas, nuevos caminantes y lugares placenteros donde yacer y recobrar cada uno de nuestros sentidos mermados con extrema facilidad por la ordinariez y la futilidad de estos tiempos de recaídas. Y hay que saber encontrarlos en el ahora. Porque habrá jornadas de desaliento o de sentirse perdido y otras de calma o de sentirse hallado. Porque siempre hay noches de tormenta y luego mañanas de sol.
Y allá sigo y seguiré, caminando, paso a paso, sin normas de tráfico que me regulen ni con la marcha atrás de fianza con franquicia, con mi equipaje ligero pero valioso, acompañado de seres magníficos que comparten mi éxodo con gritos de silencio, miradas de complicidad y con la gratitud tatuada en la piel como único lema de supervivencia. Porque muchas veces nosotros mismos somos el camino y la propia meta, ya que la distancia no existirá jamás si sentimos de veras nuestro camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario