domingo, 21 de diciembre de 2014

LA CINTA DE MOEBIUS



 

Delante incluso del último ascenso difícil logrado, suele aparecer una cima que se nos presupone imposible. ¿Pero lo es? ¿Llegamos acaso a un punto que nos permita sentenciar esa impronta con tan solo visualizarla y sin penetrar en ella? ¿Lo hemos dado quizás todo? Discúlpame, pecaré de optimismo (o ingenuidad), pero no lo creo.  El éxito obtenido de las primeras cimas (o porque no, sus fracasos), puede debilitar o fortalecer los siguientes pasos, qui lo sa, o incluso hacernos aborrecer el alpinismo en se y per se. Si es así, bájate del siguiente peldaño. No sigas subiendo. ¿Para qué? Estarás agotado… Ahora bien, de no ser así, sigue leyendo. Sigue creyendo. Si es necesario, prometo no usar más expresiones en latín. 

Es bien cierto que un elogio mal calculado puede echarnos confetti a los ojos y vedar una mirada sutil que era ineludible para imaginar una nueva andadura, pero la falta del mismo podría presentarse también como una ausencia de refugios donde detenerse y recobrar fuerzas. No somos incansables máquinas de acero. Y nuestros huesos ya no son de goma. Nadie lo supuso. Por ello necesitamos definir más que nunca los qués, los dóndes, los cuándos y los cómos antes de reiniciar, sin más, los conocidos contadores de kilómetros por hora. Y sabes que quiero hacerlo. Que no los temo. No me duelen las piernas, ni el esófago ni tan solo el estómago cuando reviento mis energías y las desplomo al vacío sin esperar nada a cambio. O tal vez sí que espero algo. Espero poder compartirlo todo, por fin, sin miedos trasnochados o silencios vacuos. ¡Ahh…ya sabes cómo los detesto (por igual) ! Estoy dispuesto y disponible a abrirme en canal, con las vísceras al aire, sin anestesia global. Y mucho menos local. Créeme. Créelo.

Pretendo que nos duela el dolor de aprender lo que no está todavía escrito, sin estar invadidos de antemano por razones precalentadas o basadas en descongeladas experiencias de microondas a potencia máxima. ¿Pero que no nos duela el no haberlo intentado todo?. Eso me pondría (pone) enfermo. Es posible que haya que romper moldes y extralimitarnos para darle sentido y significado a los acontecimientos venideros. De acuerdo. Y para ello, habrá que arriesgar(nos) como nunca lo hemos hecho y coser(nos) el cartel sin comillas de vulnerables en nuestro pecho sin alertar a destiempo el vago anuncio de un reproche o de un rechazo. ¿Acaso eso importa? Prefiero arriesgar sin callarme y sin tener que procurarnos, cómodos, en la burbuja de jabón sinsentido, que espera ansiosa ser pinchada incluso por los mismos que la mueblan en un ikea de oportunidades lowcost. No estamos solos. ¡Qué coño vamos a estarlo! Y hemos andado mucho. ¡Vaya si lo hemos hecho! No hay más que echar la vista atrás y revisar el álbum de fotos. El de cada uno y el común. Hemos crecido, nos hemos arrugado y hemos viajado dentro de nuestros propios miedos o al menos a sus capitales más importantes … ¿Que esperábamos? ¿No cambiar nada con ello? No se trata de eso. El amor incondicional tratará en todo caso de vencer a los viejos fantasmas, aquellos que recobran sus voces cavernosas cuando intuyen pavor o anclajes. Ellos te recuerdan una y otra vez que una vez fuiste débil y sucumbiste. Pero yo creo en el amor y le pido un deseo. ¿Un deseo? Sí. Que esos fantasmas mueran de viejos o de un susto (su propia medicina), o incluso de ambas cosas. ¿Por qué no? ¿Por altura, frío o desazón? No hay mejor estufa cuando desnudamos nuestros límites que la propia de un abrazo alentador. Y hoy lo necesito sin que me de aprensión usar ese verbo recién horneado en nuestro idioma: necesito. Te necesito. Y en un presente de indicativo dispuesto a conjugarse.

Porque alimentar nuestros anhelos en el campamento base no nos satisface a ninguno y regodearnos de los éxitos del pasado, incluso de los más recientes, no provocaría nada nuevo en adelante. Lo hará el superar, a dos voces, el riesgo a fallecer en la antesala de un cambio, como quien se sienta en la consulta de un dentista y vence sus miedos, sin salir despavorido, por el imaginario capaz de levantar a un muerto, cuando se oye el terrible ruido de sus aparatos infernales, atravesando los diplomas de las paredes. Lo hará el recuperar el amor propio en brazos ajenos. Los tuyos. Lo hará el compartir la fruta prohibida, aunque sea fuera de temporada y nos expulsen del paraiso por ir terriblemente desnudos. Lo hará el dejarse romper sin miedo a tener razón. O a despojarnos antes de ella. Me conoces y te conozco. Por eso, si tú vas, yo voy. No sólo eso: igualo la apuesta y la subo. Apostemos.

Y hablo por ti. Y hablo por mí. 

Porque soy dos

Porque soy

Porque soy yo.

martes, 18 de noviembre de 2014

LLEVAR A CABO NUESTROS LÍMITES


 

A un famoso marino, nombrado Bartolomé Díaz, le fueron confiados tres buques, como jefe de expedición, que salieron del puerto de Lisboa el día 12 de agosto de 1486. 

Díaz no quiso, como sus predecesores, navegar con las costas a la vista, sino que se engolfó mar adentro a pesar de las protestas de la tripulación, que por un lado temía extraviarse, y por otro deseaba observar las rarezas de aquellos países. Pero el capitán los consolaba diciéndoles que todo aquello ya lo habían visto otros portugueses, y que cuando alcanzasen tierras a las que nadie hubiera llegado, ya navegarían al cabotaje, y verían cosas dignas de ser contadas, siquiera por lo nuevas.

Un mes después anclaron en la embocadura del río Zairo, último país visitado por los europeos. Allí envió Díaz a unos habitantes del reino de Benín, que lo acompañaban como intérpretes, a que se entendieran con los habitantes del Congo, y supo por éstos que sus ideas sobre el límite del África no carecían de fundamento.

Levaron anclas, por consiguiente, más entusiasmados que nunca, y en pocos días corrieron otras ciento veinte leguas, tomando fondo casi dos grados al sur del trópico de Capricornio. Después de descansar algunos días, los atrevidos aventureros dirigieron las proas al polo meridional. Pronto perdieron de vista la tierra... Quizás había terminado ya la costa occidental de África...

Viraron a babor para cerciorarse, y el mar los repelió. Pronto se apoderaron de los barcos unas corrientes tan impetuosas, que parecía en vano pensar en dominarlas. Arrastrados, arrebatados, girando en diversas direcciones, ya avanzando hacia el Mediodía, ya hacia el Oriente, pasaron tres largos días y tres largas noches. La tripulación, espantada, creyó que había llegado la hora de que Portugal castigara su atrevimiento y que el Océano iba a vengarse de cuantos secretos le habían arrancado aquellos impertérritos nautas.

Al fin, una mañana, el viento y las olas los arrojaron en una bahía baja y arenosa, que denominaron de las Vacas por las muchas que allí vieron. ¡Habían doblado el Cabo tan deseado! ¡Habían encontrado el límite del África! Pero lo ignoraban todavía...

Continuaron, pues, caminando al Este, siguiendo la inclinación de la costa, y temiendo a cada momento que ésta se dirigiese de nuevo al Sur, como aconteció en el golfo de Guinea. Así llegaron a Lagoa. Allí se sublevó la tripulación, pidiendo a Díaz que se volviese, pues el barco de las provisiones se había perdido, y ya se encontraban a más de mil ochocientas leguas de la patria; pero Díaz obtuvo que le dejasen correr otras veinticinco leguas más, prometiendo que, si en aquel espacio no se inclinaba la tierra hacia el Norte, daría por terminada la expedición y regresaría a Lisboa. Pocas horas después, la costa de África se presentó a los ojos de los portugueses tendida hacia el Norte en toda la extensión que alcanzaba la vista.

- ¡Compañeros! -gritó el comandante-: ¡Hemos triunfado! ¡Hace tres días que doblamos el último cabo de África!. 

Y recordando que en aquel cabo estuvieron tan expuestos a perecer, le llamaron desde luego el cabo Tormentorio.

Arribaron entonces a una pequeña isla, que denominaron de Santa Cruz, situada en la frente de Cafrería; y reparadas las averías de las naves, y hechas algunas provisiones, levaron anclas, volvieron las proas hacia el camino que habían traído, y emprendieron la vuelta a Portugal, adonde llegaron en diciembre de 1487, diecisiete meses y medio después de su partida.

Inexplicable fue el júbilo del rey, de la corte y de toda la nación al saber la fausta noticia de que se había encontrado el fin de África; y una vez Díaz expresó que había llamado Cabo de las Tormentas a aquel promontorio tan deseado, «No quiera Dios -replicó el monarca- que conserve un nombre de tan mal agüero. Que se le llame CABO DE BUENA ESPERANZA».



lunes, 20 de octubre de 2014

¿JODIDAS INCERTIDUMBRES?



¿Dónde están las líneas maestras y los claros referentes cuando nos invade una sensación intachable de inseguridad y desconcierto? ¿Dónde quedó el patrón que respondía impasible a cualquier pregunta con total certeza y sin pestañear? Tal vez las circunstancias tengan la culpa de ello, y es que un halo es suficiente para alterar la composición química de cualquier fórmula de éxito y porque no, también de fracaso. Un solo segundo varía los hechos y los pone patas arriba. Todo puede cambiar y cuando la mente se obstina a querer controlar los datos para cimentar los huecos de su retorcida estructura, surge el autoengaño: la queridísima metadona. Alguien dijo que la inteligencia se mide por la cantidad de incertidumbre que se es capaz de sostener. Y es que la incertidumbre no suele acomodarse relajada en los pensamientos asentados de una sola realidad imperturbable. Aquello efímero y vulnerable suele ser su comida preferida a pesar de las indigestiones. Cuestionar las certezas, asumir riesgos y cruzar umbrales de lo desconocido para desaprender lo aprendido y aprender aquello que está todavía por aprender. Esa es una receta que aborrece los fast-foods azucarados, porque suele necesitar de experiencias que no se conforman simplemente con sus teorías. Se alimenta de la ausencia de mapas, puesto que los territorios descritos pueden quedar obsoletos y necesitarán actualizarse a base de vivencias online. Ello no conlleva romper con todos los pilares que hemos ido forjando a lo largo de nuestros pasos, ni despedazar sin más cualquier estructura o esquema que nos ha dado apoyo y cobijo tiempo atrás, sino flexibilizarlos, ampliarlos, revisarlos, modificarlos. Oxigenarlos a pesar de la confusión y el miedo. Operar bajo el temor de no controlar el siguiente paso o aceptar su incertidumbre: esa es la elección. Tomar las riendas o dejar que la ansiedad se apodere de las microdecisiones que tomamos a diario. No se trata de desoír la vocecilla que alerta del siguiente peligro, sino de aceptar que la amenaza puede y debe acompañarnos, pero sin tomar jamás el papel protagonista de nuestra historia. 

Un final puede dar sentido a una historia y para ello, casi siempre el tiempo pretende acudir, raudo, como un reparador antiarañazos milagroso. Pero no es suficiente: nadie encajará las piezas por arte de biribirloque sin más: los puntos hoy inconexos se irán uniendo hasta encontrar su sentido pleno. Pero para ello es vital confiar que así será. Desde hoy mismo. Crea algo aunque te parezca una locura sin sentido, invita a la incertidumbre a que no se lo pierda (acomódala en primera fila) y con el tiempo se hilvanará algo que hoy no eres capaz de imaginar siquiera. Pero mientras eso ocurre, no te obstines con el resultado, no pretendas simplificar la ecuación a primeras de cambio para resultar un brillante matemático. No hay nada que tema más el miedo que la anticipación del presente. Él ahora te pertenece a ti y en él dispones hoy de elementos abarcables. Úsalos, aun sabiendo que ya los tienes. Tenlos en cuenta, no estás solo; compártelos. No te abandonarán en la primera cuneta por tus imperfecciones o confusiones. Créeme, las aman desde tiempos pretéritos. Discute con la realidad immediata, no la controles y pierde, si es necesario. Disfruta del trayecto y no de alcanzar sus destinos de pulsera todo-incluido; aunque no lleves la ropa adecuada para ello. ¿Quién dijo que había que ir vestido?. Solo así, traspasar esta maldita incertidumbre será posible. Si confías en ello a ciegas sin querer mirar por el rabillo del ojo "por si", crees, y entonces creas retos en los que aprenderás mucho más que el sólo amedrentar en ese espacio de confort que adolece de intensidades y que adora el prêt-à-porter. Confieso que nunca tuve tanta incertidumbre como hoy en día y me felicito a solas por ello. Algo se avecina... ¿Estoy loco?. Creo que eso ya me lo diagnosticaron hace tiempo.

sábado, 20 de septiembre de 2014

EXPLORARNOS AL DESCUBIERTO

No por nada y casi por todo; hemos vuelto porque tal vez jamás nos fuimos. Esa es la primera sensación que emana de un regreso por la puerta chica, sin laureas de grandes públicos ni repentinos aplausos vitoreados. Jamás amé los excesos gratuitos ni las multitudes exacerbadas. Me irritan. Y  tal vez porque cuando uno vuelve, espera encontrarse todo más o menos como estaba. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Nos fuimos para dejarnos atrás, para descubrirnos otra vez, abrirnos en canal, vaciarnos, sorprendernos, equivocarnos, aprendernos, reinventarnos, intuirnos y así lo hemos hecho. Hemos explorado nuevos terrenos; algunos necesitan todavía que les tomemos confianza, que nos atrevamos a adentrarnos en sus dominios con el respeto y no con el miedo, con la prudencia pero no con el letargo. Otros no pudieron ser porque no era todavía su momento y no había que precipitarlos al vacío sin más, pero se comprendió la bondad de su semilla, y otros jamás volverán porque dejaron de proveernos del oxígeno vital ya necesario para alimentar nuestros anhelos. Hemos viajado desnudos en las luces y también despojados en las sombras. Ligeros de equipaje, como nos gusta, para subrayar que de las sombras emergen a menudo las grandes luces y que en las luces a veces puede acontecernos la más terrible de las asfixias.



Aprendimos que un contrapunto no tiene porque ser un punto en contra, distinguimos la sutil diferencia entre relojes consentidos y un tiempo con sentido y resolvimos que mudar de piel no es exclusivo de reptiles ni artrópodos. Aflojar las marchas propias siempre debe servir para contemplar el viaje con serenidad, lejos de aspavientos desgarradores y de retrovisores empañados por la nostalgia, sabidos de que a veces es necesario permanecer inmóvil para acontecer los grandes conocimientos y beber de ellos, aunque sea a cuentagotas y no nos sacien del todo la sed. Pero de nada sirven las prisas si no se atiende a los pasos. Y es que solemos vestir nuestra esencia más lúcida con las vestiduras de la razón más inquietante, siendo perfectas víctimas de los panfletos costumbristas más apocalípticos, y muchas veces la esencia, para serlo, tan solo necesita expresarse de otro modo: de una mirada a tiempo, de un abrazo de última hora o de una sonrisa capaz de partir en dos un témpano de hielo. Esos suelen ser sus argumentos más contundentes. Los que a mí me valen. También los más nítidos: jamás engañan porque no aprendieron a mentir en ninguna escuela.

SÍ. Hemos vuelto para explorar esos terrenos, porque no nos compensaba llenarnos las manos otra vez de lo que ya habíamos vivido, sino que preferimos volver con ellas medio vacías, para deducir que debía ser así si queríamos llenarlas de lo que todavía nos queda por compartir, que es mucho. Nos adentraremos pues en ellos con la provocación y el descaro presentes ya en la mochila de las grandes oportunidades, con la valentía y el sosiego necesarios para caminarlos sin caer en la tentación de transitarlos por encima sin más. Nos ensuciaremos y nos mojaremos, esta vez de pies a cabeza. Claro que sí. Sólo así abriremos el capítulo de un año que aunque se presente esquivo y absorbente como pocos, deberá dotarse de la capacidad de crear espacios suficientes, por mucho que hoy nos parezcan pequeños. Y si perseveramos, si actuamos, pronto ensancharán nuestros sueños. Porque creo en ellos, y sobretodo ... creo en nosotros.

sábado, 28 de junio de 2014

domingo, 15 de junio de 2014

PLANY


"Necessitava una excusa i la vaig trobar tallant ceba de manera compulsiva: vaig poder plorar tranquil·lament sense que ningú sospités res. Potser es van preguntar què hi hauria per sopar, com la podia tallar tan malament o si realment algú es menjaria allò inundat de llàgrimes. Però em van deixar fer. Maldava el ganivet amb poca traça, amb moviments ràpids i molta contundència. La fusta de tallar en guardarà sempre un record. I sanglotava. Plorava desconsoladament. M’eixugava el mar de llàgrimes amb el dors de la mà i l’únic que feia era escampar aquella aigua per tota la cara. I així, amb llàgrimes per tot arreu, és com vaig aconseguir buidar-me del tot. Quedar-me en el no res. I amb un munt de ceba per congelar. A mi, que no m’agrada."

Leído en http://mitjanit.blog.cat/ 

jueves, 12 de junio de 2014

DE REÜLL



 ♦♦

B...atec, rampell cabut que em guia,
feréstec i sabut, ens guaita de reüll,
pessic en tot ell, encesa i guspira,
d'un sinuós anhel que m’inspira:
el bonic somriure dels teus ull...s


♦♦

lunes, 9 de junio de 2014

[IM]PERFECTO

Hay días que presagias la aplastante realidad abriéndose paso, como un fuego enloquecido y sin control, del que no puedes escapar sin conquistar quemaduras de tercer grado. Salir ileso constituye una utopía senil y descerebrada. Y lo sabes. Resulta del todo imposible evaporarse sin pertenecer, como una pieza de atrezzo desencajada, a la ruedecilla invisible de un ratón incesante, que embate cíclicamente y sin temor alguno, cualquier esperanza vana de aflojar velocidades y de permitirte el lujo, con sincera pleitesía, de bajarte en una estación próxima, sin tener que saltar por la ventanilla, a destiempo, y como otras tantas veces lo hiciste: con botiquines de urgencia a mano o curas milagrosas de rebotica. Aun a pesar de ausentarte de ti mismo, de romperte la etiqueta de una piel recién estrenada, de ahuyentar con pavor el ruido mundano y de protegerte del raciocinio futil, capaz de adormecer las emociones hasta el punto de desconectarlas de sus raíces más profundas, promueves un paso hacia adelante, sin perder del todo la cordura; aunque te parezca imposible atinar y dibujar una línea coherente sin parecerle tremendamente discontínua incluso a tus propios zapatos. 


Y cuanto más andas, más parece engullirte un fango que desconocías y su toxicidad de agua estancada, dispersa todos tus propósitos más orgánicos. Y regodearse en él como antes, ya no sirve de nada. Sus manchas dejaron de regenerar tu piel hace tiempo y sientes que aunque la arruga te favorece, es más fácil negarla con descaro insolente y juvenil. Adivinas que incluso a veces el mejor de los sueños soñados puede convertirse en la peor de tus pesadillas esquivadas. Y lo peor de todo, a estas alturas y con un vértigo atroz a las mismas, crees que ni un profundo pellizco sería ya capaz de despertarte con un buenos días de desayuno en la cama. Te abrazas a ti mismo y descubres como pesa la ropa aun estando desnudo a plena luz del día. Besas la almohada solitario tratando de alumbrar, en vano, un instante por el que darías la vida e incluso tu libertad más preciada. Tan sólo por adueñarte de un mísero segundo del resto de tus veinticuatro horas, asentirías a ciegas al cambio de un soplo de autenticidad que permitiera abrirte los pulmones de par en par, sin sentirte conectado a una máquina artificial de oxígeno enlatado.

Hoy no requiero de vuelos de altas cumbres ni destinos exóticos transoceánicos. Hoy necesito piel sincera aunque magullada, sonrisas de esófago y tripa, pálpitos auriculares y ventriculares, espasmos atisbados de emociones sesgadas, orgasmos de plata sin guión ni cortes publicitarios, coces entusiasmadas de almas indomables, arrebatos pasionales sin reloj de agujas yonkis, guiños forjados a palos de ciego y empujones brutalmente honestos, sin esperar nada a cambio. Un sólo cruce de miradas resabidas y experimentadas, sin recetas de herbolario ni operaciones biquini endiabladas hacia quién coño sabe donde. Hoy necesito decir te necesito. Hoy necesito decir te quiero, sin que me tiemble el alma en cada huella dactilar. Hoy necesito magia de cerca sin gafas de lejos, ni ases de poker marcados que asomen por las mangas. Hoy necesito abrazos perros y besos de gato. Sólo así podré compartir mi luz más opaca y mi oscuridad más luminosa con la tuya y cruzar sus destellos más amargos contigo para bebérnoslos, sorbo a sorbo hasta escurrirnos, como si fuera éste el mejor de los vinos agrios. ¿Por qué no? Lo valemos, qué duda cabe. Soy imperfecto. Y brindo esta noche por ello.

domingo, 1 de junio de 2014

FRAGMENTOS



Roniit ( Lost at sea )  - Fragmento de   "In The Shadows"


"Jo hi sóc si també vols ser-hi
tan sols per fer un camí junts,
pel goig de seguir petjades
que ens han dut molt lluny.

 .
Tens les mans, tens el cor,
tens les claus per obrir l'horitzó de llum.

 .
Jo hi sóc perquè tu vols ser-hi
i res no serà senzill
però tot el camí que esperi
tindrà un nom i un sentit.
"


Lluís Llach (  Jo hi sóc si tu vols ser-hi ) -  Fragmento de "Temps de Revoltes"

sábado, 17 de mayo de 2014

viernes, 9 de mayo de 2014

FRASES HECHAS



Un día un buen amigo me regaló una frase hecha. No esperaba mi pronta respuesta ante su ofrecimiento y se quedó atónito. Le dije que las frases, desde siempre, las prefería poco hechas, vuelta y vuelta; no más. Sonrió creyendo que le enredaba con un bonito juego de palabras. Pero no era mi intención; en absoluto. Siempre he pensado que en las frases poco hechas, aquellas en las que existen huecos y filtraciones, es posible la creatividad espontánea, es posible el flujo de oxígeno y por tanto, de algún modo, también es posible cierta dosis de libertad.

Hoy estoy falto de oxígeno y mis "pulmones" (que no mis órganos respiratorios) lo saben. Menos mal que me recetan, sin saberlo, sus "prontos" a tiempo y sin batas blancas de por medio. Tal vez porque los grandes retos ocupan demasiado espacio estos días en mis frases, en mi devenir diario y es conveniente más que nunca relativizarlos, encajarlos en su sitio y saberlos espaciar; crearles grietas. Improvisarlos, si es necesario. Si disponemos de la habilidad de ahuecarlos y de permitirles ciertas fisuras en sus vanas contundencias, esas mismas frases hechas, escritas en fuente recargada y tamaño desmesurado, adictas al titular y exentas de letra pequeña a pie de un fotograma que nos quite el aliento, permitirán cierto aire de frescura y alivio. También, como no, de sosiego y calma auxiliadora para abrazarlas sin ahogo alguno. 

Tampoco creo en la recuperación de los ímpetus ya instaurados, sino en la creación paulatina de nuevos corajes, en la reinvención de nuevos impulsos sinceros, en la apuesta firme de creer posible un instinto, afianzarlo y organizarlo, con cautela, perseverancia y anhelo, como si fuera “otra vez la primera vez”. ¿Por qué no?. Y eso es sólo factible si la sombra que proyectamos no posee un ego feroz ni un ruido extravagante de fondo, tan fiero como para oscurecer nuestras posibilidades o creerlas ya conquistadas de facto. Porque esas posibilidades, que son muchas, no están “hechas”; siempre están “por hacer”. 

Este es otro primer paso. Pero uno nuevo. (Y te lo debo a ti, Maestra, por tu tozudez pero también por tu paciencia, entereza, sonrisa y batuta inteligente, capaz de dibujarme como alumno al detalle, aún con los ojos vendados. Por ello, una vez más, y aunque sé que no es necesario entre nosotros, GRÀCIES GUAPA.)

domingo, 6 de abril de 2014

DE TUS MANOS


“Y si llego tarde a tu ausencia,
es porque Me demoro en el paréntesis de tus Manos ...



... porque en esa pausa táctil,
me haces.”

(Gabriela Carrión)

domingo, 23 de marzo de 2014

LA OBSESIÓN POR DEPECHE MODE LLEVADA A UN EXTREMO MONUMENTAL


Sascha Lange y Dennis Burmeister reúnen en 'Monument' la mayor colección de todo lo relacionado con la banda jamás editada en papel

En “Sonnenallee” (1999), el director alemán Leander Haußmann retrataba en clave de comedia la vida de un grupo de jóvenes en el Berlín del Este de los años 70. En el filme, Micha y y sus amigos experimentan las cosas típicas de la pubertad en medio del férreo control social que ejercían los poderes de la RDA. Su obsesión y su vía de escape frente al futuro que 'el Estado' ha diseñado para ellos es la música prohibida que les llega de “contrabando” desde el Oeste, ante todo los Rolling Stones, discos que eran carne de mercado negro y por los que aquellos adolescentes repletos de fantasías estaban dispuestos a pagar una fortuna... que nadie allí tenía.

La película enfatiza la importancia que la música occidental, desde el punk al pop, tuvo para la juventud de la Alemania del Este. Y si hubiese estado ambientada diez años después, en mitad de los 80s, es probable que los protagonistas de “Sonnenallee” se hubieran parecido a Sascha Lange y Dennis Burmeister y que su objeto de devoción musical fuera Depeche Mode.

Lange, historiador especializado en cultura pop, y Burmeister, diseñador gráfico y coleccionista de discos, se conocieron en 2008 por casualidad. Poco después decidieron poner en común sus experiencias y bagajes acumulados alrededor de dos décadas de obsesión por la banda de Basildon. Una obsesión que les ha llevado a dedicar los últimos seis años de sus vidas a investigar y recopilar una cantidad ingente de materiales de todo tipo relacionados con Dave Gahan, Martin Gore y compañía. Con ellos y con su legión de fans.

El resultado es “Depeche Mode – Monument” (Blumenbar Verlag), un libro que se presenta como la mayor colección de todo lo relacionado con Depeche Mode jamas editada en papel. Todo, hasta el último detalle. El repaso es tan exhaustivo que el propio Andy Fletcher comenta, al hilo de la obra, lo siguiente: “Los fans de Depeche Mode saben más de Depeche Mode que yo mismo. Si se hiciera una competición sobre la banda en la que estuviéramos yo, Martin y Dave contra tres fans, ellos ganarían con facilidad”.

A lo largo de 400 páginas, el volumen reúne más de 2.400 imágenes (muchas de ellas inéditas), letras de todas las canciones de la banda, detalles de todos sus conciertos y una discografía minuciosa que hace recuento de todas las referencias editadas por Depeche Mode entre 1981 y 2013. Existen capítulos dedicados a cada uno de sus álbumes, a rememorar sus comienzos en Basildon, y a analizar el culto internacional que la banda ha logrado.


Pero lo más interesante está en la cantidad de memorabilia recopilada por Burmeister a lo largo de los años, cosas como notas de prensa primigenias (“Hacer dinero y hacer felices a nuestras madres”, se puede leer en la nota promocional de su primer sencillo, “Dreaming Of Me”, como objetivos de la banda), recortes de prensa de sus primeras apariciones en directo, materiales promocionales raros y a los que poca gente ha tenido acceso, piezas discográficas con errores de imprenta que las hacen altamente coleccionables. Hasta documentos de la Stasi que prueban que los clubs de fans de la banda en ciudades como Dresden, Zwickau, Leipzig y Karl-Marx-Stadt fueron objeto de vigilancia y acoso por parte de las autoridades; todo por culpa de sus “publicaciones ilegales” (listas de correo, fanzines) y sus “reuniones inmorales” (fiestas).

Y es que el culto a Depeche Mode caló en la Alemania del Este casi más que en ningún otro lugar. Hasta el punto de dar lugar a toda una subcultura. Y en su forma de reflejar ese elemento psicogeográfico y sociopolítico está, precisamente, uno de los puntos fuertes de “Depeche Mode – Monument”. El libro rememora, entre otros episodios, el primer concierto de la banda en la RDA, el 7 de marzo de 1988. El deseo de verlos era tal que las entradas llegaron a intercambiarse por Trabis (el coche más común en tiempos de la República Democrática Alemana) o a negociarse en la reventa por cantidades equivalentes a seis meses de sueldo.


“Para los adolescentes de Alemania del Este, Depeche Mode abrieron un cosmos de infinitos deseos”, se afirma en el libro. Deseos que no tenían tanto que ver con la música en sí (esa podía conseguirse, circulaba en casetes, copiada de los discos originales por algún familiar del Oeste, o directamente grabada de las radios de la Alemania Occidental), como con objetos materiales, cosas como pósters, fotos, revistas; ese conjunto de bienes tangibles accesorios que ayudan a definir una estética y sirven a los jóvenes para edificar su culto alrededor de un icono. Los autores comentan que la estética gris y de resonancia industrial que se convirtió en la enseña de Depeche Mode a finales de los ochentra era “una realidad diaria para el aprendiz medio en la Alemania del Este del Kombinat de propiedad estatal... Los afortunados que poseían uno de aquellos raros y caros Walkmans podían soñar despiertos con que eran parte de un vídeo de Depeche Mode cada día de su vida”. El libro, publicado el año pasado en alemán, está ahora también disponible en inglés. 

Fuente:  aquí