Un día un buen amigo me regaló una frase hecha.
No esperaba mi pronta respuesta ante su ofrecimiento y se quedó atónito. Le
dije que las frases, desde siempre, las prefería poco hechas, vuelta y vuelta;
no más. Sonrió creyendo que le enredaba con un bonito juego de palabras. Pero
no era mi intención; en absoluto. Siempre he pensado que en las frases poco
hechas, aquellas en las que existen huecos y filtraciones, es posible la
creatividad espontánea, es posible el flujo de oxígeno y por tanto, de algún
modo, también es posible cierta dosis de libertad.
Hoy estoy falto de oxígeno y mis
"pulmones" (que no mis órganos respiratorios) lo saben. Menos mal que
me recetan, sin saberlo, sus "prontos" a tiempo y sin batas
blancas de por medio. Tal vez porque los grandes retos ocupan demasiado espacio
estos días en mis frases, en mi devenir diario y es conveniente más que nunca
relativizarlos, encajarlos en su sitio y saberlos espaciar; crearles grietas.
Improvisarlos, si es necesario. Si disponemos de la habilidad de ahuecarlos y
de permitirles ciertas fisuras en sus vanas contundencias, esas mismas frases
hechas, escritas en fuente recargada y tamaño desmesurado, adictas
al titular y exentas de letra pequeña a pie de un fotograma que nos quite el
aliento, permitirán cierto aire de frescura y alivio. También, como no, de sosiego y
calma auxiliadora para abrazarlas sin ahogo alguno.
Tampoco creo en la recuperación de los ímpetus ya
instaurados, sino en la creación paulatina de nuevos corajes, en la reinvención
de nuevos impulsos sinceros, en la apuesta firme de creer posible un
instinto, afianzarlo y organizarlo, con cautela, perseverancia y anhelo, como
si fuera “otra vez la primera vez”. ¿Por qué no?. Y eso es sólo factible
si la sombra que proyectamos no posee un ego feroz ni un ruido extravagante de
fondo, tan fiero como para oscurecer nuestras posibilidades o creerlas ya conquistadas de facto.
Porque esas posibilidades, que son muchas, no están “hechas”; siempre están
“por hacer”.
Este
es otro primer paso. Pero uno nuevo. (Y te lo debo
a ti, Maestra, por tu tozudez pero también por tu paciencia, entereza,
sonrisa y batuta inteligente, capaz de dibujarme como alumno al detalle,
aún con los ojos vendados. Por ello, una vez
más, y aunque sé que no es necesario entre nosotros, GRÀCIES GUAPA.)
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