Estaba una vez Einstein dando una conferencia sobre alguna de sus nuevas ideas en una reunión de la Sociedad de Física en la República Democrática Alemana. Al término de la misma el presidente dio el paso al turno de preguntas. Se levantó un joven al fondo de la sala y en un tosco alemán dijo:
- Lo que nos ha dicho el profesor Einstein no es tan disparatado. Pero la segunda ecuación no se sigue estrictamente de la primera. Necesita un supuesto que no está probado y además no es invariante como debería ser y además …
Todos los asistentes se volvieron a mirar fijamente al joven intrépido. Todos menos Einstein que también se volvió, pero hacia la pizarra. Se hizo un minuto de silencio. Einstein se volvió y dijo:
- Lo que ha dicho el joven de atrás es perfectamente correcto; pueden ustedes olvidar todo lo que les he dicho hoy.
El joven era Lev Davidovich Landau y no fue casualidad esa intervención pues se convirtió más tarde en el físico teórico más importante de la Unión Soviética. Fue Premio Nobel de Física en 1962 por su teoría de la materia condensada, en particular del helio líquido.
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La siguiente anécdota ocurrió en una sesión de la Academia de las Ciencias rusa. El agrónomo y biólogo soviético Trofim Denisovich Lysenko, fundador del llamado darwinismo creativo y quien, durante la década de los años 1930s, condujo una campaña de ciencia agrícola, conocida como Lysenkoismo, que explícitamente iba contra la agricultura genética, daba una conferencia sobre la herencia de los rasgos adquiridos. Defendía pues que los caracteres adquiridos se podían heredar. Por ejemplo, pensaba que podía alterar la constitución genética del trigo controlando adecuadamente el medio en que se desarrollaban, renunciando a Mendel, Weismann y Morgan.
Pues bien, en esta sesión asistía Landau, el cual tras escuchar atentamente los argumentos de Lysenko, le preguntó:
-¿Así pues, usted argumenta que si cortamos una oreja a una vaca, a su descendencia y así sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas?
-Sí, es correcto.
-Entonces señor Lysenko, ¿cómo me explica que sigan naciendo vírgenes?
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