"Se traspasa Vida por no poder atenderla"
Fue el anuncio que más llamó mi atención al abrir las páginas de clasificados.
Como cada mañana de sábado
cumplía yo mi anticuada y analógica costumbre de desayunar en el bar con
las páginas de anuncios por delante, sabedor de que a veces se encuentra alguna
ganga. No sé porqué, me decidí a llamar al número de nueve cifras que cerraba
la enigmática frase, citándome con el vendedor allí mismo una hora
después.
Cuando volví al bar el tipo ya me
esperaba con un montón de papeles desplegados sobre la mesa. Tenía una
expresión bovina y un aire despreocupado que se transformó en mueca formal
mientras iba detallándome todo lo que incluía el pack.
La vida venía con dos años de
garantía, un monovolumen con aire acondicionado, una mujer guapa pero demasiado
delgada, tres hijos adolescentes y un trabajo absurdo e inútil pero bien
pagado.
Mientras firmaba los papeles del
contrato incidí en el detalle de que él y yo no nos parecíamos en nada,
factor que descubriría el traspaso en menos de un minuto, a lo que me contestó
que no subestimara el poder de un contrato bien redactado. Antes de marcharse
me preguntó que tenía pensado hacer con dos vidas. Yo no lo tenía claro,
a lo mejor durante una temporada llevaba una doble vida y cuando me cansara
vendería una de las dos, la que más se hubiera revalorizado.
Al tipo no le pareció mal que
pensara especular con su vieja vida, y se despidió con un apretón de manos
saliendo sonriente del bar en dirección a la parada de taxis. Ya con mi nueva
vida en el bolsillo, pedí otro café y seguí leyendo las páginas de
clasificados, sabedor de que de vez en cuando se encuentran buenas ofertas.
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