Inventario
imprescindible antes de preparar una maleta para un largo viaje del que no se
pretenda regresar nunca jamás: un reloj inservible, sin batería alguna, en donde
el tiempo detenido sea un recordatorio implacable de la decisión de vivir
continuamente en el ahora, con el convencimiento de que cualquier época pasada siempre
será peor y que cualquier tiempo futuro ya lo fue. Un par de agujas que descosan
las ancladas identidades forjadas con la enmienda y despedacen para siempre las
costumbres obsoletas, con el fin de costurar nuevos sueños, sólo bajo el lema único
del verbo vivir. Un dedal agujereado para sentir de vez en cuando un pinchazo
que nos devuelva a la realidad por si dormitamos demasiado o el cansancio hace
mella en nuestro viaje. Una brújula que señale inagotablemente el camino hacia
la locura persistente. Una manta que nos arrope de libertad, tentativa, emoción
y aceptación por igual. Un mapa sin destinos ni despedidas; sólo con caminos y lugares
donde descubrir nuevos parajes y enamorarse de forma continuada de un deseo hambriento. Un
paraguas por si hace sol y unas gafas de sol por si acaso llueve y se nos olvidan las contradicciones.
Una linterna
con la luz suficiente para ahuyentar a las sombras que aparecen sin avisar y que deslumbre
a los viajeros tóxicos que quieran arrancar de cuajo nuestra energía; siempre
he preferido luz en la cara que una cara sin luz. Unas tijeras para cortar por lo sano con las actitudes negativas y las ataduras innecesarias, además de amputar los miedos que enraízan con suma facilidad cuando bajamos la guardia. Una libreta para registrar nuestros
aciertos y tropiezos por igual, para aprender de todos ellos, sin perder jamás la sonrisa y el espíritu
de un nuevo aliento. Un cronómetro para contabilizar sólo los instantes mágicos.
Un imán para que lo que pienso, lo que siento y lo que digo confluya, unívoco, en
un mismo cauce. Unas botas ligeras que quepan en pie ajeno, para poder andar en los pies del otro, de aquel que nos acompaña de forma
silenciosa y en cada momento en este viaje ya iniciado sin retorno. TÚ. Y el
espacio que sobre en esa maleta ha de servir para atesorar cada uno de esos
momentos vividos y de los recuerdos futuros que compartiremos en adelante, que sin duda serán infinitos.
¿Te apuntas?
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