Hoy he leido en el Periódico de Catalunya que la última obra inconclusa de Vladimir Nabokov (1899-1977), Laura, verá la luz tras permanecer más de 30 años encerrada en la caja de seguridad de un banco de Suiza. Su hijo, Dimitri Nabokov, lo ha asegurado al semanario alemán Der Spiegel.
El autor de Lolita, de la que hablamos el otro día, comenzó a escribir Laura en 1974 pero nunca la terminó. Antes de morir, en 1977, pidió a su familia que quemara el manuscrito. Pero ni su mujer, Vera, ni su hijo se atrevieron a quemar la que, según Dimitri, podría ser "la novela más brillante de mi padre, la destilación más concentrada de su creatividad".
Aun así, desde que en 1991 murió la madre de Dimitri y este pasó a administrar el legado del escritor, ha amenazado en varias ocasiones con cumplir la última voluntad del autor. "Mi padre no quería que ninguna obra inconclusa perturbara su memoria", aseguró una vez al diario británico The Times en una entrevista. En la misma se le preguntaba por qué no quemó el propio Nabokov la obra si tan seguro estaba de desear su destrucción: "Tenía prisa por seguir y no sabía cuántos días le quedaban de vida. De haberlo sabido quizá la habría quemado él mismo", contestó entonces Dimitri.
Sea como sea, parece que la nueva decisión es tajante y cuestionable, aunque algunas voces habían pedido la destrucción de la obra por tratarse de un fragmento inacabado, eran mayoría los amantes de la literatura que abogaban por su publicación y llevaban años suplicando al hijo del escritor que no la quemara.
Sea como sea, parece que la nueva decisión es tajante y cuestionable, aunque algunas voces habían pedido la destrucción de la obra por tratarse de un fragmento inacabado, eran mayoría los amantes de la literatura que abogaban por su publicación y llevaban años suplicando al hijo del escritor que no la quemara.
Muchos esgrimían ejemplos de grandes obras que han sido publicadas a pesar de los últimos deseos de sus autores para defender la publicación de la misteriosa Laura. Es el caso de Kafka, que también pidió a su gran amigo Max Brod que quemara su obra; petición que por suerte, para quién suscribe, este decidió desobedecer. Solo queda por ver si es la gran obra inacabada de la que hablan los que la han leído y si ha merecido la pena la espera. La cuestión es la siguiente: ¿Se puede perturbar la decisión de uno de uno de los maestros de la literatura universal y en su contra, después de muerto, publicar una obra suya inacabada? Yo creo firmemente que no.
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